miércoles, 2 de marzo de 2011

Fumando un cigarro, sin mirarlo, le dijo: Ahora voy a drogarme, te mataré, y estaré con cincuenta tipos para olvidarlo. Porque soy una puta drogadicta.
No esperaba una respuesta, se había resignado a ese primer amor. Podría denominarse primero y único, pero estaríamos subestimando el futuro.
Era odio. Odio a él, a todo su entorno; odio a ese momento de su vida, que hubiera preferido saltear e/o ignorar, como tantos...
Nunca se creyó de aquellas estúpidas enamoradizas. No lo era. Y lo detestaba.

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