jueves, 24 de febrero de 2011

Hay momentos en los que la vida exige un cambio. Una transición. Como las estaciones. La primavera fue maravillosa, pero el verano ya acabó. Desperdiciamos el otoño. Y ahora, de repente, hace frío. Tanto que todo se congela. Nuestro amor se duerme y la nieve lo toma por sorpresa. Pero si te quedas dormido en la nieve, no sientes llegar la muerte. Cuídate.

Te mostré mi vecindario, mis bares, mi escuela. Te presenté a mis amigos, a mis padres. Escuché tus líneas, tu canto, tus esperanzas, tus deseos, tu música, y tú escuchaste la mía. Mi italiano, alemán, un poco de ruso. Te di un walkman y tú me diste una almohada. Luego, un día, me besaste.

El tiempo pasó deprisa. Todo parecía ser tan fácil, tan simple, libre, tan nuevo y único.

Fuimos al cine, a bailar, de compras. Reímos, tú lloraste. Nadamos, fumamos, nos rasuramos. De vez en cuando, gritaste sin razón o con razón. Algunas veces por una razón.

Te llevé al Conservatorio. Yo estudié para mis exámenes. Escuché tu canto, tus esperanzas, tus deseos, tu música. Tú escuchaste la mía. Estábamos unidos, muy unidos, siempre unidos. Fuimos al cine, nadamos, nos reímos. Tú gritaste. Algunas veces con razón, otras sin razón. El tiempo pasó deprisa.

Te llevé al Conservatorio. Yo estudié para mis exámenes. Tú escuchaste mi italiano, alemán, ruso, francés. Yo estudié para mis exámenes. Tú gritaste, algunas veces con razón. El tiempo pasó, sin razón. Gritaste sin razón. Yo estudié para mis exámenes, mis exámenes, mis exámenes. El tiempo pasó. Tú gritaste. Tú gritaste. Tú gritaste.

Yo fui al cine.

No hay comentarios: